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MANOLO SALGUERO Y LOS SONIDOS DE SU PRIMER DISCO "EN CAMINO"

  • Jorge Daniel Gonzalez
  • 23 oct 2017
  • 5 Min. de lectura

Con su guitarra en el hombro y un rompevientos que paraba la intensa brisa de la nublada Ciudad de la Furia, el cantor continuaba su gira porteña, aquella que le dio las satisfacciones de recorrer Capital Federal y alrededores para encontrar amigos colegas y desparramar de voz, los valores musicales que posee su nuevo disco llamado En Camino, producción grabada en un pequeño estudio llamado El Altillo, cobijo del tucumano Manolo Salguero, donde la canción fue semilla y creció en flor para ser un disco de obras que guardan la mixtura de la raíz tradicional y las vertientes de ritmos latinoamericanos y africanos que enriquecieron la sonoridad del repertorio.

“Yo vengo de un proceso de construcción musical estudiando, tocando y admirando la música de muchos compañeros. El repertorio es como una fotografía de un sumario que venía del folklore, de incursionar lo latinoamericano encontrando el hilo conductor en la Búsqueda. No hay estilo, porque tampoco me interesaba, sino que el género es una clasificación de bateas, es algo invisible, no hay límites, como el Chango Farías Gómez. Es convivir dos cosas divididas por un género arbitrario que no existe, donde nacen cosas nuevas, indefectiblemente. En el disco convive el chabón que toca rumba y música latina como Ariel lobo, quién supo entender como meter sus conocimientos en una chacarera al igual que Fall Madior Dieng, percusionista senegales, con una ubicación temporal y rítmica que jamás vi en mi vida”, manifiesta el artista Salguero, ex integrante de Los Sureños y YateBuaAvisa Ensamble

El disco es la esencia de un espectáculo llamado En Camino, y con esa frescura post-show, fue grabado a la siguiente semana en tres días: “Hay una antítesis de cómo viene el disco. Hace un año cae Hernán Bolletta y me pide que armemos una fecha, me dio dos meses para preparar un repertorio y ese, fue El Disco. Los músicos fueron apareciendo de manera fortuita, por ejemplo, un tremendo baterista y amigo, Alberto Villafáñez, que estaba viviendo en San Pablo, estaba por Tucumán, y se ha quedado, y armamos los dos, guitarra y batería, el repertorio. Tambien se sumó El facu Gutiérrez y Leo Villagra. Un día llega a mi casa, y me dijo que quería tocar y fue quién le dio la pincelada, pulió el laburo. Cuando terminamos de tocar, Leo dice, ‘Esto esta fresco, hay que grabarlo ya’….como un comentario al pasar…El lunes siguiente a las 9 de la mañana, estaban los muchachos tocando el timbre para grabar el disco en mi humilde estudio El Altillo, un home con equipamiento. Grabamos cuatro tomas de cada canción, y con pocas diferencias entre sí, elegimos. Todos los participantes aportaron como Julio Gonzalez Goytía, en Zamba del Tarco, guitarrista tremendo con el que compartimos y entendió que mi idea es que no suene jazz pero tampoco zamba tradicional, tiró tres tomas y salió un gran respeto por la zamba”.

Un bar, de los otros tiempos, sobre la peatonal Florida en microcentro, con sonido a bateas y jarros de porcelana que chocaban en la bacha, ubicaba la entrevista en un paisaje tan distinto al lugar de creación disco aunque tan cercano por los colores y la mezcla de razas que tantos latinoamericanos y músicos argentinos han caminado, por su asfalto y por la senda del material sonoro, donde se encuentran entre otros, Colombia, Uruguay y Argentina por el lado de los hermanos Nuñez: “Venía escuchando cosas de Uruguay como Fernando Cabrera quién me fascinó con su música, y así, llegué al Príncipe Pena, con sus grabaciones caseras como Mandolín. El sonido de Colombia lo encontramos en Vamos. La Poesía habla de las sombras, donde nos ahogamos, los miedos, el peor enemigo si lo dejamos ganar; él está siempre y hay que aprender a dominarlo. La cumbia habla de cómo salir adelante, de hacer cosas, de contar de donde venís, si es de la oscuridad, salir y seguir, es un mensaje salvador, darme cuenta que se puede salir de la oscuridad haciendo música y conectando con la gente. Sobre su sonido, estaba con la guitarra y me salió un riff parecido significativo, con acordes disminuidos…chau, es cumbia…”, y con la emoción de los secretos de la realización y los porqué de cada detalle del disco, Pepe Nuñez, se le vino a la memoria

”Yo cuando empiezo a escuchar folklore, saliendo de las canciones tradicionales, como Contrafuego de Raúl Carnota, después de ese disco, me llega Del mismo Vientre, de Los Hermanos Nuñez, Gerardo y Pepe. Yo tenía un amigo que el padre vivía con Gerardo, y siempre estábamos ahì, comiendo y tomando algo. Me remite en la antología poética de con quién escribió esas cosas, el hombre como ser, no tanto el paisaje y el amor, hablando de la zafra como estigma del obrero y no como un trabajo...la obra la desarrollaron en Tucumán porque fueron a estudiar arquitectura aunque eran salteños. Me invitaron a descubrir la canción, de escribir con profundidad a las cosas sencillas. Madre Noche, me voló la peluca, y Zoncko Querido, una charla con su corazón…”

En Villa la Trinidad, tierra que vio crecer a Manolo Salguero, mantiene en su tiempo la tranquilidad de pueblo, las motos y bicicletas como transporte, los ojos de humildes en sus niños y mayores, su silencio de verdes paisajes alrededor y admiración a los trabajadores de la Zafra. Ese sitio lo vio regresar al artista, aunque no de la mejor manera. Allá, una mujer llamada Madre por su familia, y sus vecinos dejó en su partida al cielo, la tristeza en el corazón de un pueblo. Todos esos sentimientos se resumen en la obra llamada Doña Rosa, su amada abuela: “Este tema es parte de una poesía que nació de una manera muy feliz, parte de gratitud a un ser hermoso Mamá Rosa, para la familia y para el pueblo. Yo hace mucho le escribí Doña Rosa, un 70 por ciento de la canción, se lo regalé en vida. El día que empezamos a grabar, me llaman de Villa La Trinidad, que Doña Rosa Ardiles nos había dejado….jamás me imaginé esto de la madre de mi madre…cosa tan extraña, no sentí la tristeza de perder un ser querido, la sentí cerca…Ese día, le cuento a los chicos, estuvimos media hora en silencio y digo.. ‘mi abuela hubiera querido que grabemos’, todo el disco se lo dedicamos a ella y cuando terminamos ese día, viajé los 80 km hasta el pueblo, hice lo que quedaba de la letra y las poesías introductorias, ha sido algo muy fuerte donde me crié. Me siento ahí, y me veo corriendo, con los changuitos, preparando la caña de pescar para ir a la acequia…fue un día plena zafra, día gris, cuando en Tucumán hay zafra, cae una llovizna de ceniza llamada carbonilla desde los ingenios que no tienen filtro, entonces cae y parece una nieve negra. En el camino terminé esas escrituras, y se las di a Luciano Aragón, mi cumpa del estudio quién le puso música al toque…la voz que está grabada es la voz de ese día, prendimos y grabamos, no había que ensayar, obviamente el ingeniero decía que había popeos, fallas, pero no, Esto debía salir así…”. Al final de la obra, hay una especie de bocina, que determina el final de la Zafra, a lo que Manolo agrega: “Ese sonido lo puse porque mi abuela cuando era niño, siempre ella salía a la calle y lloraba porque sabía que había mucha gente que se quedaría medio año sin trabajo…”.

Su obra es un deber profundo por los caminos de la libertad y expresión, conlleva un espacio para los acordes y el cobijo de la voz; tal es su compromiso, que genera espacios y lucha por abrir otro lugar para la difusión cultural latinoamericana folklórica como lo es Casa Managua en San Miguel de Tucumán. Su corazón pinta obras de integración argentina y americana cual desprende en flor, los frutos de la satisfacción de andar y mantenerse En Camino…

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